lunes, 28 de diciembre de 2009

SAN FRANCISCO


Y de súbito inclinóse
tomó entre sus manos finas
la enorme cara mustruosa
toda de llagas roida,
y un beso, signo celeste,
puso en su horrenda mejilla.

(Fragmento de relato del beso al leproso de Juana de Ibarbourou)

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